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Te voy a contar mi vida, que me apetece

Hace calor

Ya han abierto las piscinas municipales. Cada año más tarde... Antes, una sabía que tras la verbena de San Isidro, habitualmente pasada por agua, quedaba instaurado el verano castizo. La lluvia para estas cosas es lo de menos. Si es verano, es verano y punto... Menudos somos los madrileños para estas cosas. En cualquier caso, lo bueno es que una puede ponerse un trapillo mínimo y unas chanclas de playa, que sólo con dejar entrever los tirantes del bikini y la toalla ya está justificada la indumentaria.

En la piscina municipal una puede echar el día, en plan dominguero sin salir del centro... te llevas tu tupper con la tortilla, los bocatas y p'alante... Algunas hasta tienen algo parecido a un chiringuito... con paella y todo!

Como a una le gusta inaugurar siempre que puede, el fin de semana pasado estuve en uno de estos sustitutos frustrados del mar de Madrid, en pleno Chamberí. No sé si por causa de la sequía o de la moda minimalista, pero el césped había desaparecido... En su lugar habían puesto unas tablitas de madera color wengué, muy monas, pero que una vez que una se tumba sobre ellas no puede evitar sentir complejo de salchicha asándose a la parrilla, no solo en la forma si no en la temperatura.

Pese a estar sobre una parrilla, la densidad de la piscina llegó a alcanzar las magnitudes de Benidorm en agosto... de hecho hay momentos en que una cierra los ojos y hasta puede imaginar que está allí, con los cachitas marca-paquete ligando, los guiris de todo tipo de nacionalidad expresándose en pluralidad de idiomas y acentos, el grupo de amigas en la cuarentena solucionando la vida de la que está ausente, los adolescentes haciendose llamadas perdidas y comentando las jugadas de la noche previa...

En resumen, una experiencia sociológica muy positiva.

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