Broken

9 de abril de 1994. El mar se tiñe de rojo y las gaviotas ajetrean su vuelo en manada como amenazadas por la erupción de un volcán. La arena suave de las dunas empieza a cambiar de temperatura, destostandose poco a poco. La brisa refresca y trae impregnado el aroma de los pinos y las jaras en flor, exultantes. Antonio se afana con la guitarra repitiendo una y otra vez los primeros acordes de Come as you are. Las gemelas, Inma y Almu, prefieren tocar palmas y cantar con aire aflamencado, construyendo una versión que haría resucitar al mismísico Cobain. No me apetece la jarana y me alejo de ellos caminando hacia la orilla, para poder escuchar más nítidamente los bramidos del oleaje. Al otro lado del Piedras, un paisano y su nieto se bajan de una patera azul en el pantalán. No llevan mucho. Siete doradas, cuatro robalos, una docena de chocos. El chico, delgado con incipientes bozo y acné, se hace cargo de la sacadera tratando de controlar los peces que aún se rebelan coleando. Las manos expertas del abuelo se encargan de que los chocos no lo embadurnen todo de tinta. El sol encarnado se refleja en los muros encalados de las casitas bajas del pueblo. Una mujer, morena y oronda, vocea que lleva pijotas frescas frente a la pequeña iglesia. Anochece suavemente sobre El Rompido.
6 de abril de 2007. Un cochecito eléctrico sale del campo de golf y se detiene en el parking de la Marina, frente al inmenso complejo hotelero. La luz del atardecer se proyecta sobre una profusión de pequeños e idénticos bungalows, de forma que sus fachadas de diseño adquieren un tono rosado de lo más chic. El color combina a la perfección con los polos Ralph Lauren de distintos tamaños que llevan puestos los cuatro componentes de una familia de rasgos anglosajones, según descienden de su Mercedes, aparcado junto al cochecito de golf. Un bullicio considerable de gente me impide percibir el rugido del oleaje desde la terraza del Luz de Mar, donde me relajo tomando un cóctel de té. El enclave tiene unas vistas privilegiadas al atestado puerto deportivo. Dos motos de agua petardean competitivas ahuyentando a las estremecidas y escasas gaviotas. Un ferry deposita pasajeros al otro lado del Piedras, donde ya hay una considerable multitud apostada para ver la puesta de sol. La noche cae al ritmo de un estrepitoso chill-out sobre la flecha de El Rompido.
11 comentarios
Rider -
algo habrá que hacer, My Sharona...
Un besito
sara -
Venga no nos dejes sin tu talento tanto tiempo. Muaaaaaaaaaaaaaaas
Rider -
Gracias, patillas!
Ángel -
Aún quedan sitios perdidos por aquella provincia. Un chiringuito que da a una lengua de mar no es uno de ellos, pero las copas son muy agradables y el claro de luna espectacular. O es al revés.
Rider -
Groove: te invito al Broken cuando quieras, eso sí, preparate para comer pescado y escuchar versiones aflamencadas de tó... Es lo que hay.
Sara, El Rompido también somos nosotros.
Anónimo, tú sí que eres un encanto.
Mandrágora, nosotras al menos somos privilegiadas al haber conocido cosas así.
Uno, mi invasión comenzó antes.
Eva: Anda que pá una vez que os ha hecho bueno!!
Eva -
Uno -
Mandrágora -
Anónimo -
Sara -
Mi adolescencia en ese pequeño escondrijo que por desgracia han encontrado. Aun asi no lo cambio por nada, ni el Rompido ni la gente que conlleva.
Besos.
groove -
Eso sí, me quedo con el 94...Ay que tiernos años...de guardería...
Salud, y a ver cuando me invitas al broken...