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Te voy a contar mi vida, que me apetece

Hace calor... más aún, si cabe...

... y cabe... ¡Vamos! si cabe...Ya sabemos los madrileños que nuestra ampolla veraniega es que aquí no hay playa... Vaya, vaya... por eso procuro escapar hacia el mar cada vez que tengo oportunidad, aunque sea de camping... Es que una tiene su presupuesto vacacional limitado y el camping es una alternativa económica, sin duda, pero dotada de múltiples inconvenientes. El mayor, a mi modo de ver, es el ruido nocturno. Cuando estás en una de esas tiendas de campaña - y eso que la mía es último modelo, de esas que se montan solas en 3 segundos- se oye todo. De hecho, yo diría que se oye amplificado...

Ya son años haciendo incursiones esporádicas en el apasionante mundo del camping y una tiene ya cierta pericia reconociendo el tipo de vecino de tienda que te ha tocao en suerte: que es una apacible familia con tres generaciones compartiendo tienda -para que luego diga el PP que la familia está en crisis- sabes que hay posibilidades de que la próstata del abuelo te dé la noche, o que las picaduras de mosquito del nene perturben tu plácido sueño... Si, por el contrario, es un animado grupito de chicos en plan despedida de soltero a la paleta previo botellón, sabes, sin ningún género de dudas, que te despertarán entre las cinco y las seis de la mañana en plena euforia etílica haciéndote constar a voz en grito la melopea de la que son portadores.

En eso consiste compartir espacio con otros seres humanos en la naturaleza... aunque el camping no es el único ámbito en el que puedes escuchar vida nocturna. No. Yo vivo en un cuarto interior, término que significa que las ventanas no dan a la calle sino a un patio interior. O a dos, como es mi caso. Y esto, en términos acústicos quiere decir que en verano, que es cuando una tiene las ventanas abiertas, escuchas al del primero ensayar su virtuosismo al piano, al de enfrente entusiasmarse con su peli de kung-fu, el llanto del niño de la del segundo, la discusión de los de al lado... y sobretodo, la efusividad madrugadora del amor estival de los del tercero. Qué de flujos y reflujos, vaivenes, golpes, muelles, gemidos, grititos... ¡Cuánta pasión a deshora! Con lo bien que está la hora de la siesta, absolutamente compatible con mi no-jornada intensiva...

En fin, que puestos a oir, prefiero el camping, que por lo menos hay playa... Vaya, vaya...

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